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miércoles, 29 de mayo de 2013

UNA HISTORIA REAL QUE CONMOVIÓ AL MUNDO ENTERO, CANELO EL PERRO DE CÁDIZ.

Hoy quiero compartir una historia real que ocurrió en mi tierra natal Cádiz (España). Se trata de un relato que dió la vuelta al mundo y es la historia de Canelo un claro ejemplo de lealtad y fidelidad hacia su dueño. No tiene desperdicio... vale la pena leerla.

Este es Canelo, un ser excepcional. Su dueño, enfermo del riñón, estaba en diálisis, y todos los días Canelo le acompañaba y le esperaba a la puerta. Hasta que un día no salió. Canelo se negó a moverse de allí, y allí vivió esperando, a la puerta del hospital, durante nada menos que doce años. El perro Canelo ha sido toda una institución en Cádiz, y Cádiz ha demostrado que sus ciudadanos también saben ser fieles. Quizás no tanto como Canelo, pero casi. Hace justo seis años que Canelo se fue con su dueño, pero nadie le ha olvidado, hasta el punto de que Cádiz le ha dedicado la calle en que vivió.

Seguid leyendo: es una de esas historias que vale la pena conocer.

Canelo era, para su dueño, compañía y aliento, y cuando enfermó y se vio sometido a diálisis diaria, el perro Canelo le acompañaba hasta la puerta del gaditano Hospital Puerta del Mar, alias “La Residencia”. Espérame aquí, chaval; y Canelo esperaba, matando las largas horas de la diálisis a base de pensar en el momento en que se abriría la puerta y Dueño saldría por ella. Pero un mal día Dueño no salió: su vida se enganchó entre tubos y agujas, y hubo de quedarse ingresado.
Durante varias semanas, Canelo esperó y esperó. Las enfermeras amigas le traían noticias del amo, recuerdos y besitos, además de comida. Le prepararon una cama de cartones a cubierto, adivinando que el perro no iba a marcharse. Pero su Dueño murió, y Canelo, ay, se negó a entenderlo. Y decidió que allí se quedaba. Y se quedó.


Intentaron buscarle un hogar, pero fue en vano. El perro Canelo no quiso más hogar que aquel que le hacía sentirse a un paso de su dueño. Los laceros de la perrera municipal cogieron un día a Canelo, porque hubo uno que lo denunció, diciendo que había atacado a su perro. Se movieron los trabajadores de la Residencia y los amantes de los animales y pidieron el indulto de Canelo como los pañuelos blancos de una plaza reclaman la vida de un animal bravo y noble. Los vecinos de la Avenida le adoptaron colectivamente, y Canelo fue el perro de todos. Nunca le faltó comida, ni agua, ni una mantita en invierno, ni las caricias que no podía ya prodigarle el amo, ni una palabra de aliento. El pueblo gaditano aceptó chucho (como animal de compañía), y hasta consiguió que el teniente de alcalde de Sanidad, José Blas Fernández, firmara un decreto perdonándole la vida.
AGADEN se encargó del tema sanitario, y Canelo era un perro sano, vacunado y con todos los papeles en regla. Y durante doce años, doce, vagabundeó por los alrededores del hospital haciendo de su callejón su reino, a la espera siempre, con la seguridad absoluta de que su dueño no le había abandonado. Doce años, hasta el mal día en que se dejó el pellejo debajo de las ruedas de un coche, o, quién sabe, pensó “mucho está tardando este, me voy a ver si lo encuentro”.
Cádiz rinde así homenaje a este perro valiente y leal y le ha dedicado el callejón en que pasó su vida. Por lo menos, que nadie olvide que la lealtad y la fidelidad existen.


¿UNA CALLE CON EL NOMBRE DE UN PERRO?
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En la trimilenaria ciudad de Cádiz, un animal escribió con letras de constancia y pulso de lealtad, una de las más hermosas páginas que la humanidad recuerde. Lo llamaron "El perro de Cádiz" y "El perro de todos". Incluso, alguien lo definió como canis viator gardirense, es decir, "perro callejero gaditano".
Este can tiene calle propia. El Ayuntamiento, gracias al empuje de AGADEN (Asociación Gaditana para la Defensa de la Vida y el Estudio de la Naturaleza) y del pueblo entero, le dio su nombre a la vía peatonal adyacente al Hospital Puerta del Mar, donde el chucho pasó sus últimos años. En la citada calle se instaló una rememorativa placa de bronce -obra de la escultora Presentación Navarro-, en la que se lo ve echado, en inequívoca postura de espera.

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Esta historia empezó a rodar al final de la penúltima década del siglo XX, y cuenta con dos protagonistas; un vagabundo doblegado por el padecimiento, y un perro de conducta mansa y silente andar. Para el mendigo su perro lo era todo; amor, amistad, y coraza contra el virulento soplo de la soledad. Y para el perro su dueño significaba el lenguaje pleno reducido a dos palabras; un amigo. Las calles gaditanas los vieron pasar enhebrando paseos y alegrías; el hombre vigilando su can con la amplitud de su cariño, y el can husmeando en cada rincón, y enredándose en breves carreras con oponentes imaginarios.
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El indigente, una persona de salud quebrantada, albergaba en su interior un desagradable invasor; una enfermedad renal que le exigía someterse a diálisis cada semana. El perro, cual sombra asociada, iba con él hasta la entrada del Hospital Puerta del Mar.
Aquella mañana el mendigo se despidió de su mascota:
-Espérame aquí, compañero.
Y el "compañero", como siempre, se quedó allí; firme.

Pero ese día la dolencia derivó en gravedad, y el paciente fue ingresado de urgencia. Mientras tanto, el chucho calmamente aguardaba al amigo.
Y se produjo lo inevitable, ¡la muerte llegó sin preámbulos y al enfermo le firmó el fin de su existencia!
El perro desconocía que el amor y las caricias nunca más tornarían.

Por la puerta que enmarcaba el regreso, el amigo no salió. Tal vez la muerte, en un gesto bondadoso, le dio otro camino a la retirada, librando al animal del trauma de la separación.
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Las horas fueron cayendo en el depósito del tiempo, y el portento del reencuentro se resistía a mostrar su rostro amable. En la memoria del can resonaba la frase que marcaría el comienzo de su desamparo: "Espérame aquí, compañero". Y ahí se mantenía, repasando con mirar prolijo las figuras de quienes abandonaban el centro sanitario.



Las jornadas pasaron y las preguntas corrieron rumbo al entendimiento de Cádiz; ¿qué hacía ese perro en la puerta del hospital? ¿Por qué sus ojos siempre estaban clavados en la entrada? ¿Por qué volvía cuándo lo espantaban? La búsqueda de respuestas fue abonando la curiosidad popular. Empero, pronto la verdad destapó la razón del extraño comportamiento; el perro aguardaba a su dueño, y su dueño había muerto al otro lado de la puerta.
Rápidamente el drama del animal empezó a hallar cobijo en todas las conversaciones, y se referían a él por el apelativo de Canelo, el color de su pelo. Y Canelo poco a poco se fue convirtiendo en la personificación de la lealtad.

El personal del hospital, los vecinos, y los taxistas con parada en el lugar, acoplaron el esmero al respeto, y lo atendieron en sus necesidades. Mas, por timidez o por un reflejo de cortesía el chucho rechazaba el agua y la comida. No obstante, en el momento que la debilidad se impuso, la merma de fuerzas le aconsejó aceptar las invitaciones. Comía y bebía con gesto humilde y miradas agradecidas, meneando la cola en réplica a las caricias que le daban.
Muchos quisieron adoptarlo, pero en Canelo la determinación lucía un único tono; la fidelidad. Y la fidelidad lo estancaba en señera actitud, y con la imagen del amigo refugiada en su memoria; deseando verlo aparecer con la sangre renovada, enarbolando una sonrisa, y trayendo en las manos el contacto que premiaría la espera.

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Los días transcurrieron conformando meses, los meses al agruparse formaron años, y los años agigantaron su desdicha en la emoción de la gente. Pero él aguantaba, ungido de firmeza, inaccesible al desaliento, y con la intemperie como abrigo.
Las crónicas de entonces registran: "Desde Estados Unidos llegó una caseta de can para que fuera su vivienda, pero las ordenanzas municipales prohibían su instalación a las puertas del hospital". Canelo ni se inmutó por la rigidez del Ayuntamiento, y continuó siendo lo que siempre había sido; un "sin techo".

La triste historia de este perro triste obtuvo resonancia nacional e internacional. De él se ocuparon numerosos medios de comunicación, y apareció en los noticieros de todo el mundo. La BBC le dedicó un documental tierno y conmovedor.

Una mañana, Canelo sintió que algo en forma de redondel silbaba sobre su cabeza, y antes que el instinto lo catapultara al salto de la fuga, la cuerda aterrizó en su cuerpo y un tirón apretó el nudo del rigor cortándole la respiración. Quedó con las patas abanicando el aire, haciendo de la impotencia el cepo de su desesperación. Los laceros lo llevaron a la perrera. Sin una queja, Canelo integró su mansedumbre en los ladridos de los otros ocupantes del lugar -verdadero corredor de la muerte para los animales sin hogar-. ¿Qué había ocurrido? Pues, que un caballero presentó una denuncia, quejándose de la permisividad otorgada al can tan cerca del acceso al hospital, sin contemplar el riesgo para la salud pública.
La reacción no tardó en emerger; los gaditanos, con AGADEN al frente, se aunaron en el grito y arremetieron contra las autoridades municipales. El empeño popular obró el prodigio de la rectificación. El Ayuntamiento decidió poner en la liberación una vertiente de simpatía, y lo convirtió en "perro indultado" (privando así a la perrera de su huésped más ilustre). La presión del pueblo salvó a Canelo del "aislamiento preventivo" y de la guadaña sanitaria.
AGADEN se hizo cargo de él, y tras vacunarlo y desparasitarlo, le arregló la documentación a fin de que dejara de ser un "sin papeles". Y nuevamente hubo personas que intentaron adoptarlo. Intentos baldíos, ya que se escapaba y volvía al sitio; a la atalaya de la expectativa. A él le constaba que su amigo entró por ahí y por ahí tendría que salir.
El 9 de diciembre de 2002, días antes que el nuevo año desembarcara con sus campanadas, brindis y alegría, Canelo, ahogado por la espera, cruzó una calle en pos de un respiro, y la muerte vino a su encuentro montada en el ímpetu motorizado. En las inmediaciones del Hotel Playa Victoria, el descuido de un conductor lo descabalgó de la vida. El desaprensivo, al amparo de los reflejos de la chapa de su automóvil, huyó a ocultarse entre los pliegues del anonimato. Canelo acabó tumbado, vencido; sintiendo los pulmones en fase decreciente, y maquillando el rostro del asfalto con su sangre generosa.
La noticia ¡estremeció la ciudad! ¡La mudez se apoderó de las gargantas! Los niños mordieron sus risas, la actividad arrió banderas, la ambición detuvo los vaivenes, y el pueblo buscó en los corazones una lágrima de consuelo. En la atmósfera se palpaba el desgarro del silencio. A los ojos de Cádiz subió la tristeza, y el pesar congeló todos los gestos; el perro más querido se había marchado a los puertos del adiós.

Así concluyeron doce años de inútil espera. Doce años consumidos palmo a palmo, minuto a minuto, mirada a mirada; ensamblando luces y sombras, fríos y calores, céfiros y tormentas. Canelo, al morir, su postrer pensamiento viajó hasta el añorado amigo, llevándose cual regalo de despedida, el recuerdo del arrullo de sus palabras, la tibieza de su mano cariñosa, y el tintineo de su sonrisa.

La vida de Canelo se escurrió por la estela dibujada con su lealtad, pero nos dejó lo único que nos podía dejar; un inolvidable mensaje de amor. El olvido no ha borrado su huella. Su infelicidad permanece engarzada a la memoria de aquellos que lo amaron. Gente que tránsida de emoción, al pie de la placa estampó esta leyenda: "A Canelo, que durante 12 años esperó a las puertas del hospital a su amo fallecido. El pueblo de Cádiz como homenaje a su fidelidad. -Mayo de 2003".




Este modesto animal, ergo haber vivido en estado de abandono, pasó a ser la musa de una pléyade de artistas, saltanto de las bellas artes a la música, y de la música a las letras. Miguel Torres López lo incluyó en su novela "Los que esperan". Pépin Muriel le dedicó el libro infantil "El perro Canelo". El poeta Juan Pablo le hizo un poema "A Canelo", al que pertenecen estos versos: "Te encuentro siempre triste y abatido, pero atento adonde tu mirada alcanza, porque aún no has perdido la esperanza, ni aceptas que tu amo se haya ido". 

domingo, 26 de mayo de 2013

FERIA 50% MASCOTAS...

Hoy hemos visitado la feria 100% Mascotas en Ifema, con la duda de si llevar o no a Cata (nuestro perro) ya que lamentablemente siendo una feria de mascotas no había información clara en la web sobre restricciones de acceso. Efectivamente cuando caminábamos hacia la entrada del recinto vimos algún que otro perrito llorando dentro del coche y un señor en la puerta con su preciosa labradora llamada Hada. Le hemos preguntado y le pasaba lo mismo que a nosotros solo que él se arriesgó después de comprar su entrada en la taquilla le dijeron que previamente había que inscribir al perro.

Son todo barreras... que en una feria de mascotas pase esto... pero sin son los protagonistas!!!

  
La pequeña Hada en la puerta de Ifema
Paseando por la feria vimos perros de todas las razas, eso sí, la mayoría para concursos de belleza, pero... y los perros visitantes?

Había un poco de todo, veterinarios, cosméticos, ropita, piensos, chuches, zona de agility y protectoras con perritos para adoptar (tan tiernos... me los llevaba todos...)
La verdad es que la feria no ha sido la mas divertida del mundo (teniendo en cuenta que no podía llevar a mi macota...) pero bueno, no ha estado mal, aunque sería mas divertido poder visitar una feria de mascotas al aire libre con tu perrito, sería un buen plan no creeis?

Esperemos que esto vaya evolucionando por nuestro bienestar canino !!

Os dejamos una pequeña galeria de fotitos con ejemplares perrunos que hemos podido apreciar en la feria, esperamos que os gusten!!!
















martes, 21 de mayo de 2013

NOS VAMOS DE VIAJE? TRIP TO FORMENTERA WITH DOGS


Después de nuestro paso por la isla de Formentera, podemos decir que hemos estado en el paraiso. Para los que aún no la habeis visitado, os invitamos a que lo hagais si os apetece relax y desconectar acompañados de vuestra mascota porque es un lugar donde nuestros amigos son bienvenidos y hay accesibilidad para ellos.







El mar y la arena de las playas de Formentera son como la que puedes encontrar en un anuncio de perfumes tan divinos, esos paisajes que ves en la tele en los que te perderías, y lo mejor... no hay ni que salir de España. Podeis caminar junto a vuestro perro tan ricamente, ir de chiringuitos, y pasear por todas la isla sin apenas restricciones.

Podeis tomar el ferry de Trasmapi donde os dejan llevar a vuestra mascota perfectamente atadita. En el caso de un perro de raza grande a lo más que obligan es a llevar bozal. Viajar con  mascota no tiene suplemento alguno.

Un pequeño amigo en Cala Saona ( Formentera)

Existen numerosos hoteles donde podeis alojaros con vuestra mascota como apartamentos La Savina, Hotel Gavina, Hotel Pinomar (son gratis para tu mascota) y restaurantes como Can Toni donde os atenderan maravillosamente además de comer sano y rico. La verdad es que allí en general no hay problema alguno porque hay muchas terracitas y resultan muy agradables para comer o cenar acompañados de vuestra mascota.

Esperamos que os guste el plan y para los que os aventureis la disfruteis!

Felíz día!








lunes, 6 de mayo de 2013

POR UNA VIDA PERRUNA MAS FÁCIL

 

Siempre me he preguntado como puede ser que a un animal tan bueno y noble como nuestra perrita Labradora Cata no la dejen entrar en muchos sitios, y logicamente mis pensamientos fluyen... "pero si es buena, está educada, no se lo merece..., que antipáticos son!, no tienen sensibilidad hacia el mundo perruno..."

Imagino que no seré la única en pensarlo y que muchos de vosotros sentiréis rabia e impotencia ante esta situación, pero lo cierto es que el otro día tras nuestro paso por una terracita encantadora llamada Gunlao situada en Tarifa hicimos una reflexión acerca de ello cuando estabamos sentados tomando un zumo y relajados al sol con nuestra perrita. De repente entró un perro en la terraza y meó en una maceta. Iba solo suelto por la calle, y claro... si yo que tengo perro y pienso que está mal... que pensarán los que no lo tienen?

No pretendo dar una lección de moral y civismo a nadie, pero al final son barreras y limitaciones que nos perjudican a muchos por culpa de algunas personas que igual ni son conscientes, surgen muchas de estas prohibiciones.

Yo os pregunto, creeis que esto cambiará? yo creo que todo es posible y que entre todos podemos poner nuestro granito para hacer el mundo un poquito mejor y lograr una vida más fácil para ellos y nosotros. Cómo...??? Logicamente no se trata de regañar a nadie sino ayudar a algunas personas a tomar conciencia, porque somos una comunidad llena de valores y de amor hacia nuestros siempre amigos de cuatro patas.

Poco a poco las cosas pueden ir cambiando, en otros lugares como Nueva York, París, Amsterdam o numerosas ciudades de México los perros son bien recibidos en restaurantes, metro, autobuses e incluso boutiques de moda.

Por este mundo tan tierno que me apasiona, por sentimiento y por el amor que tengo hacia mi perro me gustaría cambiar esta situación con vuestra ayuda.

Nos animamos?


A comer!!!!!